Stay with me

Ven, quédate aquí por favor.

– ¿Que ocurre?

Tengo miedo.

– ¿Miedo? Que raro en ti, te tenia por una persona segura.

Mi miedo viene de mi misma y siendo así no importa lo segura o fuerte que pueda ser, ¿no?

– Pues siempre me he podido apoyar en ti cuando también he tenido miedo de lo que fuese. Ahora que es al revés, ¿qué podría hacer por ti?

– No me mires así, tan silenciosamente. Y más cuando sabes que tengo razón, si la persona que siempre tiene las respuestas tiene el problema…

No te preocupes, no tienes que hacer nada en especial. Solo quédate junto a mí, lo que más miedo me da es que algo cambie. Me gusta todo tal y como esta.

-¿De verdad solo era eso? Entonces sigues siendo la chica segura que yo conocí por que si ese era tu único miedo puedes esta tranquila.

No es tan fácil. Ahora estas seguro de lo que dices pero, ¿cuanto tiempo durara?

– Eso no te lo puede decir nadie. Si supiésemos como empieza y acaba todo no tendría ni siquiera motivos para ocurrir, ¿no crees?

Por supuesto que no, si me midiesen cada segundo de nuestro tiempo en común y aun así me diesen a elegir, elegiría que pasase igualmente y lo aprovecharía aun más.

– Tienes razón, yo también. ¿Ves? Yo no sirvo para intentar animarte. Si incluso sabes mejor que yo de lo que estoy intentando hablarte.

Ya te he dicho que no tienes que hacer nada, solo quédate a mi lado y que el mundo siga girando mientras no nos separemos nosotros.


Si el hombre dice justicia,venganza es lo que escucha

La puerta de chapa endeble se abre bruscamente y acaba por golpear la pared, provocando un ruido entrecortado. Él sale al exterior y divisa que nadie hay alrededor al que le pueda haber molestado. El ambiente estaba húmedo y las calles aun encharcadas, había estado lloviendo hace unas horas. Cruzó la calle sin ni siquiera molestarse en mirar en ninguna dirección, no era necesario pues apenas había ruidos. Desde luego ningún coche podría aproximarse sin que se percatara, solo se oían algún que otro papel flotar por las calles hasta que caía en algún charco. Esto y sus propias pisadas era lo único que le acompañaría esta noche, nada más.

Al cruzar la calle se adentró en un callejón inusualmente ancho y aunque sabia que nadie le vería se adentro para hacer sus necesidades. Apoyó un brazo en la pared y mientras meaba se dio cuenta que no tendría que haberse apoyado pues la pared era vieja y además de ser mugrienta no parecía ya muy robusta. A pesar de ello se mantuvo apoyado unos segundos aun después de haber terminado pues nada le quedaba ya por hacer. Fue justamente en ese momento cuando escucho la primera nota de la melodía que tanto le había gustado en el pasado, el agua agitándose, unas pisadas al principio del callejón. Sin despegarse de la pared y encorvando un poco el cuello acertó a distinguir una silueta que le observaba inmóvil. Desde su posición lo único que acertó a distinguir del desconocido es que, como él, también llevaba una prenda de vestir larga, similar a una gabardina. Los escasos segundos de silencio terminaron con una dura voz proveniente del principio de la calle:

-Parece que aun no estas preparado para asumir la responsabilidad de tu elección.

-¿Quién eres tu?

-Quien yo sea no debería ser una de tus prioridades.

-No me has cogido en una buena noche, será mejor que te largues.

-Vaya, parece que no eres muy dado al dialogo. Aunque tampoco te he estado buscando para hablar contigo. Esos tiempos en que los problemas se podían llegar a solucionar dialogando acabaron antes de empezar nuestra guerra.

El desconocido se desabrochó los últimos botones de la gabardina dejando mostrar la empuñadura de una largar espada colgada en su cintura. Al ver esto, a él no le quedó mas remedio que incorporarse apartándose unos centímetros de la pared. También se abrió la gabardina, pero completamente. Esta vez si era una verdadera presentación, las miradas petrificadas no se separaron ni un segundo mientras la conversación se desarrollaba:

-Ciertamente no esperaba encontrarme a nadie mas que usase este estilo de lucha con katanas, hasta ahora me había considerado especial en estos tiempos que corren.

-Pronto descubrirás lo diferentes que somos, por eso estoy hoy aquí.

-Por eso morirás hoy aquí.

-No, a no ser que sepas hacer algo con esta espada que se pueda igualar a tu arrogancia.

-Si he llegado hasta este punto es precisamente por ese motivo.

-Te equivocas, has llegado hasta aquí sin un objetivo acertado y además pretendes huir de tus elecciones. Yo me presento ante ti para hacerte asumirlas. Así sea a la fuerza.

-Realmente estoy ansioso desde que escuché tu primera pisada. ¡Ven o lo haré yo cobard…!

El desconocido se abalanzó hacia él y mientras recorría los escasos metros que les separaban desenvainaba su espada con gran maestría. Entonces él se dio cuenta que había perdido demasiado tiempo mientras hablaba y su enemigo le había sacado una clara ventaja. No podría defenderse del golpe enemigo cuando llegase y optó por retroceder lo mas rápido que le fuera posible, pero ya era demasiado tarde para eso también. Justo cuando desenvainaba su espada saltando levemente hacia atrás, el desconocido ejecutó el golpe horizontal en forma de abanico que produjo un corte no muy profundo en los nudillos de su mano. Pese al dolor, él sabia que si bajaba la guardia contra su enemigo aunque fueran unos segundos tendría graves consecuencias. Apoyando un solo pie al retroceder se abalanzó sobre su enemigo golpeando desde abajo. El desconocido bloqueo el golpe sin demasiada dificultad y sin apenas retroceder unos centímetros, su fuerza no era normal para hombre de su talla.

Mientras sus espadas chocaban sin que ninguna de las dos retrocediese, el desconocido giro rápidamente sobre sí mismo y ejecutó de nuevo un abanico horizontal. Pero esta vez estaban demasiado cerca para que él estuviera desprevenido y esquivó el golpe rebanador de cabezas agachándose tan rápido como pudo. Obviamente esta era la mejor defensa a este golpe y antes de proceder a realizarlo su enemigo ya lo sabia, por eso, tan rápido como termino el abanico y quedó de espaldas, se atravesó intencionadamente su propia gabardina con la espada con el propósito de confundirle. El resultado era una estocada en diagonal hacia abajo y de ángulo impredecible. Pero él siempre había tenido reflejos rápidos y haciendo gala de ellos  esquivo el golpe con una voltereta. Aprovechando los escasos segundos que la espada de su enemigo estaba enganchada en su propia gabardina pego un suave corte que le dio en el gemelo, haciéndole resoplar y poner mueca de dolor. Ambos retrocedieron unos segundos ahora que estaban igual de dañados y necesitaban evaluar daños, la sangre ya brotaba de sus cuerpos.

Haciendo alarde de su impetuosidad, él se acercó rápidamente a su enemigo y propinó un golpe de espada de arriba hacia abajo. Al esquivarlo hacia un lado su enemigo abrió un flanco en su defensa que él sabría como utilizar. Con la misma velocidad y aprovechando la posición del golpe anterior, dejó caer un codazo en la clavícula de su enemigo que le hizo inclinarse. Casi a la misma velocidad que su enemigo se agachaba el también lo hizo para proferirle otro codazo en el estomago. Cada décima de segundo te acerca a la victoria o a la derrota en un combate a espada, por eso cada golpe era vital y necesitaba ser aprovechardo. Él vio como su enemigo aun no se había recuperado y tan pronto como pudo le golpeo con el antebrazo en la nuez, a lo que pudo escucharse una queja seca como respuesta. Ese golpe en el cuello hizo que su enemigo levantase escasamente los talones del suelo como consecuencia del impacto y esto a la fuerza debía reducir su velocidad de reacción.

Él inclinó su cuerpo hacia delante y asestó un golpe en diagonal con la intención de cercenar la yugular y el pecho, un golpe que debía de haber sido mortal pero a pesar de los tres golpes consecutivos en zonas críticas el enemigo consiguió retroceder. Pero ahora que había sacado ventaja no podía desperdiciarla y comenzó a asestar rápidos golpes a modo de picaduras con la punta de su katana. Mientras él avanzaba su enemigo retrocedía, pero el callejón terminaría en unos metros y el sabía que cada golpe que propiciaba le acercaba a una inexorable victoria. Pero el destino no esta exento de cierta ironía, en los que parecían sus últimos momentos de vida, su enemigo que hasta entonces solo había estado retrocediendo ante su fuerza, cogió su katana con ambas manos y uso su hoja plana como defensa. Cuando la punta de su katana golpeo la superficie plana de la del desconocido su propia fuerza se volvió contra él e incapaz de controlar su propia estabilidad cayó hacia un lado casi de rodillas.

No solo había pasado de tener la completa ventaja a no tener apenas nada sino que ahora podría morir en segundos y ni siquiera tener tiempo a verlo. Se incorporó tan rápido como pudo pero su enemigo ya no estaba donde debiera. Que hubiese huido era imposible, ¿pero donde podía estar? Ese tiempo que tardo en reaccionar y el hecho de haber subestimado a su enemigo fueron su perdición. Entonces se despejó su mente y la respuesta llegó a su cabeza como una luz entre una inmensa oscuridad, solo había una solución: Arriba.

Pero fue demasiado tarde, desde cualquiera de los muchos puntos de apoyo que ofrecía el callejón aquel desconocido había saltado a media distancia y se acercaba a él por el aire demasiado rápido. Teniendo en cuenta el peso de su enemigo y el tiempo que él había tardo en reaccionar, el golpe que estaba a punto de recibir seria devastador. Buscando entre los recuerdos de sus combates pasados dislumbró la solucion que podria acabar definitivamente con el combate, a su favor o en su contra, de eso se preocuparía después.

Solo quedaba una solución posible, arriesgaba demasiado en ella pero no había opción. Giró la muñeca y apoyó el anverso de su espada sobre todo su brazo hasta el mismo cuello. Si tenía suerte y encajaba el golpe, la espada de su enemigo de deslizaría sobre la suya, evitando asi un mortal golpe directo en el pecho. Se inclinó hacia delante y puso el brazo horizontalmente, dispuesto a recibir el mandoble que solo tardó en llegar una fracción de segundo. Las espadas chocaron nuevamente, pero esta vez todo fue diferente a como él habia esperado, la katana de su enemigo ejercía mucha mas presión esta vez y a medida que recorría la hoja de su adversario la iba mellando. En apenas unas milésimas de segundo, que a ambos les parecieron durar una eternidad, el combate quedó decidido. No solo este golpe había asegurado que su espada no podría herir a su enemigo con tanta efectivadad como lo podría haber hecho hasta entonces sino que en el preciso instante del choque él pudo escuchar los huesos de su brazo romperse por diferentes partes. Estaba acabado, su depredador le había dado caza finalmente.

Al erguirse ya ni siquiera podía mantener firmemente su espada y su enemigo era bien consciente de ello también. Fue entonces cuando noto la fría punta de la katana atravesar su piel, su enemigo le había dado una estocada en el hombro y le empujó hasta que la punta atravesó su cuerpo y toco la pared. Su espada cayó entonces al suelo y apoyándose su enemigo en su cuerpo y el sobre la pared le susurro:

-La venganza puede ignorarse- Y sacó la katana del hombro de su presa mientras la sangre chorreaba por el pecho.

-Desconocerse- Entonces clavo la katana en el muslo de su presa y al sacarla giro levemente la hoja para que se abriese más la herida. La sangre ya no podía mantenerse en ese febril cuerpo y habia comenzado a gotear formandose un pequeño charco a sus pies.

-Perdonarse o… – De nuevo una estocada que atravesó el cuerpo de su presa por el abdomen. Había llegado el momento en el que él se aseguraba de disfrutar de su privilegiada situación al máximo, mirando a los ojos completamente llenos de pequeñas venas que se rompían a causa de las graves heridas que le había inflingido, apenas se podía ver vida en ellos pero se había ganado el derecho a alargar este momento todo lo que desease y desafortunadamente para su presa, le había tocado un cazador sádico.

-Borrarse- La desesperación en los ojos de una victima era una cosa que bien podría apreciarse o no, pero el hedor de la sangre y la suciedad que producían era otra bien distinta. Demasiado para su carácter perfeccionista, así que dejo de sujetar el sanguinolento cuerpo de su presa y retrocedió unos pasos. Él cayó al suelo de rodillas mientras simétricamente su enemigo se le daba la espalda. Antes de que su torso llegase a tocar el suelo debia caer el telón de esta función que ya empezaba a durar demasiado. Y así, sin piedad ni tiempo alguno que perder asestó impasible el ultimo estoque de la batalla, el cual atravesó la garganta de su victima y dejo la katana firmemente clavada en la pared.

La sangre brotaba efusívamente de la garganta y recorría la hoja de la katana hasta llegar a la mano del desconocido enemigo, nada como sentir de verdad a tu oponente en tu propio cuerpo, una sensación indescriptible que le había tenido obsesionado desde siempre. Con una leve y fugaz sonrisa acabo por escupir:

-Pero nunca puede ser… olvidada.

Arrancó su katana de la pared y salió grácilmente de la garganta del cadáver. Él la miraba con orgullo y admiración por concederle estos momentos de placer incalculable. Esgrimió el ultimo golpe al aire para limpiar la sangre aun húmeda de la hoja pues era una señal de respeto hacia aquella parte de su ser, hacia aquella prolongación de su cuerpo que le transformaba en un arma, que le permitía defenderse ante cualquiera y gracias a la cual, sin duda alguna, había llegado tan lejos y continuaba viviendo aun. Su espada.

Igual de misteriosamente que su camino le llevó esa precisa noche a ese lugar, acabó por desaparecer de ese callejón dejando a su paso la semilla de su destrucción. Sabiendo perfectamente que había entrado en el ciclo de la venganza y que algún día él mismo podría ser la presa pues el universo necesita cierto orden, cierta justicia que a la larga siempre impone y conspira para que se cumpla.

  • Esta es la sexta entre del Ciclo lo que piensan Los Amigos: Inspiración cedida por Jorge.